
Por los costados de las canchas y pegado a las líneas de cal se lo solía ver. Un nene, como todos los demás, observaba con gran intriga lo que sucedía dentro del campo de juego y soñaba con convertirse en un jugador de fútbol de renombre, llegar a Primera y ascender. Pero la vida le tenía preparado mucho más que eso.
Emmanuel Mas construyó su carrera a paso lento pero firme. Su historia de amor con la pelota nació en las canchitas auxiliares del club San Martín, cuando tenía cinco años. A dos cuadras vivía su abuela y cada fin de semana era oportuno para acompañar a su hermano mayor, Pablo, que jugaba en el Verdinegro. “Yo era el aguatero de mi hermano. Me gustaba verlo jugar. Era mi ídolo y quería ser como él, por eso lo seguía tanto”, recuerda.
En una de esas tardes a puro fútbol y luego de que los profes le insistieran, el incondicional hermanito se animó a cruzar esa línea de cal, entró a la cancha y se dispuso a jugar a la par de los otros. Al poco tiempo, aprendió los conceptos básicos del deporte y emprendió un camino que hoy transita por su mejor momento.
Tres indiscutido de San Lorenzo, el equipo de Tinelli, del Papa y de miles de cuervos, el sanjuanino que dio su gran salto de calidad todavía recuerda haber sido un niño soñador, con grandes ilusiones y aspiraciones. “De chico, siempre me preguntaban qué quería ser cuando fuera grande y me daban a elegir entre el fútbol y el estudio. Yo respondía que la escuela estaba primero, aunque por dentro sabía que no era verdad y que me volvía loco por vivir del deporte”, cuenta.
Hiperactivo como pocos, el más chiquito de la casa no podía quedarse quieto y con la muchachada del barrio UDAP 3, lugar en el que vivía, recorría las calles en bici y jugaba a la pelota, hasta cualquier hora. Cuando llegaba la siesta -cuenta su mamá Silvia-, Emma refunfuñaba porque odiaba dormir, pero obediente se tiraba un ratito en la cama. “Hasta hoy se queja de eso”, asegura entre risas quien le dio la vida.
El benjamín de los Mas se tomó bien en serio la práctica de patear la redonda, desde siempre. Es que faltar a un entrenamiento o llegar tarde se volvían un pecado mortal, por lo que el responsable niño hacía hasta lo imposible para que ello no ocurriera. Tanta importancia tenía el fútbol en su vida que, quien jugaba de volante central -en su momento- rechazó la idea de ir a una escuela técnica para tener sus tardes libres y, así, asistir a todos sus prácticas.
Al comienzo, jugaba de cinco como su hermano y aunque fuera zurdo se desenvolvía bien. Luego, aprovecharon sus dotes y lo pasaron a la izquierda. Allí, jugó de diez y fue protagonista lírico. Recién, a sus 16, lo pusieron de tres -su posición actual- y fue titular en la Primera del Verdinegro en el Nacional B, cuando compartía plantel con el Chango Cárdenas, el Tano Piersimone, Ángel Puerta y César Monasterio.
“A medida que crecía, me tomaba con más de seriedad el tema del fútbol. Lo llevaba de forma paralela con el estudio hasta que comenzaron a superponerse”, relata el joven que hoy tiene 24 años. Y es que el pibe que ya había declarado a la pelota como su primer amor tenía que decidir qué hacer con su vida: “Cursaba ingeniería en la facu y tenía doble turno de entrenamiento. Además, viajaba seguido con el equipo, por lo que se me hizo complicado seguir con todo y opté por el fútbol”.
Dedicado cien por ciento al deporte que despierta pasiones alrededor de todo el mundo, un jovencito de 20 años se aferraba a su puesto y había tomado la decisión de su vida, aunque las posibilidades de ganar y perder eran latentes. “Tenía miedo de arriesgar, al no saber qué iba a pasar. Pero fue apostar por lo que me gustaba y hasta hoy no me arrepiento para nada”, confiesa.
Tras varias idas y vueltas, con técnicos que lo tenían en cuenta y otros que no, el hoy mayor referente de la disciplina en la provincia persistió a los embates del destino y gracias al esfuerzo dedicado, alcanzó su merecido reconocimiento. Pronto se volvió en el “baby face” del equipo sanjuanino que sorprendía con rápidas salidas y verticalidad. Luego de que el conjunto de Concepción descendiera y se despidiera de las ligas mayores con la frente en alto, se postuló como uno de los futbolistas más codiciados y la institución de Boedo le abrió sus puertas.
Tanto trabajo, finalmente, surtió efecto. “Estoy convencido que todo tiene su proceso de maduración y lo que tuve que pasar resultó positivo. Dios no te hace fácil las cosas. Si fuera así, seríamos todos ganadores. Te pone obstáculos y hay que superarlos, sólo con el fin de valorar lo hecho al final del camino. De chico me ilusionaba con vivir del fútbol y hoy es un sueño hecho realidad”, afirma.
Aguerrido, valiente y decidido, nunca se detuvo ante la adversidad y enfrentó cada reto como una nueva oportunidad de aprender, siempre apoyado por su entorno. “Mi familia ha sido fundamental desde todo punto de vista, al igual que mi novia y mis amigos. Acá juegan mucho las rachas, los estados de ánimos y los buenos rendimientos. Por ello, es imprescindible la contención de los cercanos”, reconoce.
Ser fuerte de mente, tener en claro lo que se quiere y, por sobre todo, disfrutar del fútbol fueron los principios con los que uno de los mejores deportistas de San Juan se rigió toda su existencia, por lo que se anima a alentar a todos aquellos niños que viven circunstancias de vida similares a las que él debió afrontar: “Hay que tener mucha paciencia, nunca piensen más allá del día a día. Disfruten cada momento que les toque jugar y háganlo por diversión. La vida siempre nos enseña y, de a poco, nos lleva a cumplir nuestras metas“.








El lateral izquierdo, con pasado verdinegro que hoy reluce con su presente blaugrana, recordó los primeros pasos de su carrera y valoró el apoyo incondicional de su familia, el esfuerzo personal y la convicción de seguir aquello que lo apasiona. Sencillo, espontáneo y con gran carisma, el actual referente del fútbol sanjuanino, mano a mano con Cuna Deportiva.
“De chico me ilusionaba con vivir del fútbol”
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Por Luz Ochoa

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