SAN JUAN - ARGENTINA

Él, una figura y él, un novato. Él, admirado y él, admirador. Uno vive el sueño de su vida y otro sueña con vivir su ilusión. El vóley los une y su pasión por los colores de UPCN también. Por esa razón, Cuna Deportiva los puso cara a cara y, con las gradas de su mini estadio como testigos, protagonizaron un choque azul y oro, pero no boquense sino gremial.

 

Es que el armador del mejor equipo de vóley de la Argentina Demian González compartió sus experiencias, sus gustos y su intimidad con un pequeño joven de nombre Manuel Álvarez que, además de tener gran proyección, lo admira profundamente y desea algún día emularlo. Sin red de por medio, se enfrentan dos potencias con piel de cóndor.

 

Primer saque

 

El jugador de renombre se remite a su pasado para recordar aquellos días en los que el vóley lo atrapaba de a poco. Tenía diez años cuando lo descubrió por primera vez. “Recuerdo que vi jugar a mi hermano y me gustó. Después en el colegio lo practiqué y comencé mi historia con él”, cuenta Demian.

 

Por su parte y un tanto más anticipado, el pibe de once años relata que sus inicios con la disciplina de los remates se originaron cuando éste tenía siete aunque, del mismo modo que el armador del Gremial, fue gracias a su familia. “Mi papá me llevó a ver un partido de UPCN y quedé fascinado. A partir de ese momento, empecé a entrenar”, describe.

 

Sinónimos en cancha, antónimos en escuela

 

Ambos jugadores que ocupan el mismo puesto, el de armador, exhiben su aplicación y su esmero en el juego. Sin embargo, en el ámbito escolar -al menos para el mayor- la realidad fue otra. Es que según cuenta, de chico era inquieto y solía dar dolores de cabeza. “No me costaba, pero era muy vago”, reconoce quien asistiera al Solaris de Morón.

Por el contrario, Manu aclara que es muy tranquilo -y eso se nota en su expresión-. “Soy buen alumno y no hago enojar a mis papás con malas notas”, asegura concurre al sexto grado de la Medalla Milagrosa.

 

¿Traición a su pasión?

 

Se sabe que tanto uno como otro son amantes del vóley y de UPCN. No obstante, coquetean con otro deporte que, sin contar el balón esférico, la red del arco y los colores, poco tiene que ver con su práctica. Es que estos voleibolistas adoran el fútbol y se dicen fanáticos de Boca.

“Cuando era nene, me encantaba jugar a la pelota con mis amigos en la placita de mi barrio”, recuerda el mayor”, se acuerda la figura. Hoy, el profesionalismo no le permite jugar aunque se saca las ganas viéndolo y confiesa: “Soy Riquelmista a morir”. Manu, sin restricciones, detalla: “Juego con mis amigos y lo hago de 4 y de 8”.

 

Referentes en el campo

 

Quien ostenta 32 juveniles años cuenta que Marcos Milinkovic era su modelo a seguir en el vóley, en las épocas en que éste era la sensación de la actividad. “Quería ser como él y el día que lo conocí y jugué en su contra, cumplí un sueño. Claro que le pedí la camiseta”, confiesa.

Algo similar le sucede al más chico, pues tiene a su ídolo en frente y declara, con un tanto de timidez: “Me gustaría ser como Demian, porque es muy bueno”.

 

Sueños cumplidos y compartidos

 

Y así como alguna vez el emblema de los Cóndores se ilusionó con ser campeón, jugar un Mundial y vestir la camiseta celeste y blanca -sueños que cumplió a base de esfuerzo y dedicación-, el pibe que pide pista y ya juega con mayores deposita sus esperanzas en las mismas ilusiones.

“Me gustaría jugar en Primera y en la Selección”, revela Manu mientras quien ya alcanzó esos objetivos recomienda: “Nunca hay que dejar de soñar. Hay que esforzarse y resignar muchas cosas, como yo lo hice. Te perdés momentos con amigos y la familia, pero al final de todo podés disfrutar y ser feliz con lo hecho”.